EN BUSCA DE MI YO PERDIDO
“ Ten paciencia con todo aquello que sigue sin resolverse en tu corazón” Rilke.
Cuando me solivianto, lo hago porque mi energía vital se está viendo limitada, una parte vulnerable de mí, se siente frustrada, poco amada, reprimida o simplemente rechazada, cero respetada o nada reconocida.
Es necesario comprender que sin siquiera desearlo estoy sintonizando con la idea de que una parte propia siente una significativa falta de amor, ya que a los seres humanos, nada nos atemoriza más que las fantasías de abandono, falta de apoyo y soledad.
Nuestro yo perdido, se activa cada vez que los sentimientos de invalidación hacen acto de presencia, y lo verdaderamente desgarrador consiste en que el verdadero abandono, es el mío propio. Es como si me dijera en una clave existencial, en un dialogo íntimo algo asi como: “tú no existes”.
Por favor, deja de colocarte en una posición negligente contigo, cultiva el merecimiento y el valor propio de incondicionalidad amorosa, tratándote bien y sobre todo, cesa todo abandono emocional hacia ti mismo, es el único capaz de producir esa sensación de vacío, de orfandad en definitiva.
Ante un acontecimiento que te solivianta, observa que ideas bullen en ti y nublan tu juicio.
Compara la idea con la realidad para ceñirte a los hechos, no a tus interpretaciones;
Procura describir sin añadidos y no deformes o magnifiques los fenómenos que estás confrontando.
A este proceso se le denomina constatar, con el objetivo de que cambies lo que te dices por otra idea mas realista, balanceada y sobre todo menos neurótica.
Sólo a ti te corresponde la tarea de examinar, criticar, confrontar y expulsar las ideas nada realistas que te invaden.
Esta tarea es la que se desarrolla en los acompañamientos psicológicos.
Recuerda que el temor deforma las percepciones, nos alejan de la objetividad de los fenómenos.
Sin querer, los temores también magnifican y agrandan la percepción de obstáculos y dificultades.
La mirada en modo túnel, consigue que perdamos de perspectiva la importancia de múltiples aspectos favorables con los que verdaderamente contamos para transitar esos momentos que se vuelven infinitos y nos ensombrecen temporalmente.
“Cuando la realidad se impone, el derroche de tu voluntad no la cambiará un solo milímetro”.
La mayoría de asuntos existenciales guardan una estrecha relación con nuestra oposición existencial a los hechos. Al proceso de comparación de nuestros pensamientos no realistas, con los hechos puros y duros, se le denomina confrontación. Nuestro pequeño yo se resiste a todo aquello que le frustra y desagrada porque no concuerda con sus ideaciones más profundas.
Cada vez que te enfadas, manifiestas tu incapacidad para aceptar y resolver de forma positiva lo que se te plantea.
Por más obstinación, tozudez o tenacidad que despliegues, la única práctica viable al alcance consistirá en acompañarte y acoger tu frustración.
Con la respiración, vamos tomando y asimilando. Al inspirar dejamos entrar lo que se evita, en la expiración, soltamos para poder tomar, recibir y reír con la siguiente inhalación.
Siente curiosidad por ti, acompáñate desde la respiración como recurso para entrar en contacto con tu yo perdido.
Y pregúntate: ¿Qué es lo que no quiero admitir? ¿con que no quiero entrar en contacto?
Actualizamos un recuerdo cada vez que lo evocamos en la memoria y lo re- almacenamos en ella modificado.
Solucionar una cosa implica siempre liberarse, separarse o despedirse de ella. Las voces exiliadas susurran, o incluso nos gritan desde la sombra.
Nuestras voces reprimidas necesitan que nunca mas las abandonemos, nos piden atención, porque toda parte que no amemos de nosotros, toda parte que releguemos al trastero de nuestro inconsciente, se convertirá en nuestra enemiga más implacable.
Para no sentir el abandono, necesitarás ir hacia tu encuentro, en tu sombre se encuentra abandonado tu yo perdido, porque allí lo lanzaste y desde allí te interpela.
Cada escena presente que te solivianta, es la excelente oportunidad para ir a tu propio reencuentro, un viaje hacia ese trastero que almacena el desguace de tu vida, donde yace en el mayor de los abandonos posibles, sepultado tras toneladas de huecas palabras, empaquetado por el efecto del silencio que arranca hiriente hasta la última molécula de vida oxigenada, dónde por el efecto del olvido indiferente, tu yo desterrado, tu yo abandonado, en definitiva tu yo más profundamente necesitado, reivindica que atestigües el mayor de tus maltratos.
¡Quién sabe!, te invito a que lo experimentes y si quieres me lo cuentas… ¿hablamos?