Gestión eficaz de los conflictos
La historia y nuestras propias vidas están llenas de relaciones personales y también profesionales que terminan o empiezan desafinando.
Los conflictos representan un punto de inflexión para las personas. Pueden desbordarnos, pueden representar una oportunidad, pareciera que el paso del tiempo lejos de cambiar la situación, la congelase y sumiera a sus protagonistas en una espiral de tensión y malestar sin punto final.
En general y para hablarnos bien, resaltaré que no se nos enseña para gestionar el conflicto, sino más bien para batallarlo. Términos como rival, lucha, adversario, son una clara invitación a una batalla y no tanto a una oportunidad para intercambiar puntos de vista y aprender formas de comunicación posibilitadoras de entendimiento y aceptación mutua.
Los conflictos forman parte del vivir en relación. Somos partes integrantes de más de un sistema, comenzando por el que nos conforma: el celular y acabando por el que ocupamos dentro del infinito espacio Universal que nos abarca.
Entre uno y otro, el ser humano está en constante interacción entre sistemas y de ahí que cada cual reaccionará de diferentes y creativas maneras, con una única finalidad, adaptarse para proveerse de aquel cierto equilibrio que nos proporciona una sensación sentida de bienestar más o menos permanente. Reflexionaremos, por ejemplo, sobre aquello que mueve y moviliza a las personas en el interés saludable de generar entendimiento y obtener acuerdos estables y duraderos con el paso del tiempo.
El unico simbolo de superioridad que conozco es la bondad. (Beethoven)
La importancia de la comunicación en los conflictos
Tomarás conciencia del daño que ocasiona en comunicación, tanto en ti, como en tus interlocutores el uso del lenguaje. Me permito hablarte de 3 palabras que empiezan por R y que suelen estar implícitas habitualmente en las generación de otras 3 que empiezan por D: desastres, desencuentros y desacuerdos:
- Recriminar
Es una sutil forma de acusación, o no tanto, según sea el tono, las palabras seleccionadas, la carga emocional empelada, que en todos los casos, señala acusación y juicio. Al recriminar, nos alejamos de la descripción de los hechos y nos adentramos en el terreno de las emociones, donde podremos accionar la palanca de la culpa y la rebeldía en nuestros receptores.
- Reprochar
Constituye otra manera de calentar el conflicto. Cuando reprochamos alimentamos roles de víctimas y perpetradores que lejos de aplacar y conseguir un buen clima de entendimiento, elevan la tensión y borran cualquier gusto por colaborar en alcanzar algún tipo de acuerdo o solución, beneficiosa para las partes directamente implicadas en cualquier discrepancia, punto de vista o diferencia de intereses.
- Reprobar
Es otra técnica comunicativa que desanima, al añadir la idea de que, como consecuencia de lo sucedido, algo se podría haber hecho mejor. Aun cuando pudiera parecer que tiene una finalidad constructiva, desgasta a quien la escucha, infunde desánimo y empequeñece a quien la recibe.
Necesitamos incorporar guías de comunicación humana que acaricien la autoestima. Cuando desactivamos el botón de la culpa, del reproche y de la recriminación, suceden cosas asombrosas: la melodía resultante nos congrega, nos armoniza y eleva nuestro espíritu.
Te invitaré y orientaré para que puedas desarrollar tu propia guía de acordes y acuerdos, ¿te animas?
- Desacuerdo
Estar en desacuerdo, mostrar desacuerdo significa que estamos disconformes con respecto a algo o a alguien. Es sano y denota madurez tener la capacidad de expresar y manifestar opiniones. Nos da la oportunidad de conocernos y de diferenciarnos. La diversidad de ideas enriquece y además señala horizontalidad: el verdadero desacuerdo se produce cuando no se le adjudica y otorga idéntico valor y reconocimiento a aquello expresado por los diferentes interlocutores.
Cuando la horizontalidad se rompe, existen muchas posibilidades de que el sistema interior particular que cada persona ha ido fraguando como consecuencia de su discernimiento, cultura y experiencias de vida, se vea afectado y predisponga a un cierto distanciamiento que si no se sabe gestionar bien, hará que las personas que muestran sus diferencias suban de escalón y pasen al desencuentro.
- Desencuentro
El desencuentro o malentendido sugiere una discrepancia, opiniones poco o nada coincidentes. Sin embargo, nos revelan también todo aquello que falta para que una interacción pueda funcionar y por tanto aquello que es necesario para el acuerdo.
Eso si, siempre que seamos capaces de interponer una mirada ecológica para poder salir de la dificultad emocional asociada a la experiencia promovida por la discrepancia: cuando seamos capaces de chequear resistencias que vencer, fricciones que suavizar, escollos que superar, ajustes que practicar, cuando el trasfondo simplemente señale ganas por contemplar y comprender el mundo íntimo ajeno, todo permanecerá salvaguardado.
Por el contrario, cuando subyace una clara orientación hacia apuntalar lo propio, si subyace la idea de permanecer por encima, conseguiremos poco a poco dinamitar toda posible concordia entre sujetos, personas que al activar sus sistemas de creencias, sus interpretaciones inamovibles, sienten que todo ajuste realizado significa un ajuste catastrófico que les hace percibir esa pérdida de horizontalidad, conectando con un sentimiento profundo de carencia o escalafón inferior que por nada del mundo desean conseguir.
Si el desencuentro en sí mismo alberga una expectativa frustrada irreductible, puede llegar a adquirir un tono tal que apunte hacia el mayor de los desastres: ignorancia, incomunicación, desprecio, crueldad y todo el abanico de manifestaciones que nos llevan a las personas a padecer estados emocionales altamente estresantes, con consecuencias de alto impacto, estrechamente relacionadas con el bienestar físico y mental.
- Desastre
El desastre representado en el fracaso de no saber manejar las diferencias sin que el desencuentro nos separe sin retorno. Es una manera de perder para siempre, como una despedida irremplazable que se produce cuando queremos que los demás sean y se ajusten a lo que nosotros necesitamos. Entonces el desastre viene envuelto en un viaje al ideario infantil que nos habita, donde no hemos sabido aprender a perder sin perdernos en nosotros mismos. Saber soltar a tiempo, o aprender del desencuentro puede esconder la mayor de las ganancias, encontrarte a ti mismo a ti misma, para que la próxima vez sea diferente y no una repetición de más de lo mismo fomentando la exclusión, sino todo lo contrario: reconociéndonos iguales aunque diferentes, queriendo entender por el gusto simple de poderlo hacer, para que la magia haga el resto, sin sentirnos rivales, sino horizontales.
¿Hacia donde seremos guiados? y, sobre todo ¿cual será entonces su desenlace?.
En cualquier caso viajaremos hacia una ganancia certera, porque todo viaje nos llevará y se dirigirá hacia la dimensión trascendental más profunda del ser humano: hacia mí mismo, hacia mí misma, incluso hasta cuando esa vocecita impertinente e insistente dentro de mí me recuerda con un mantra desesperado “haber perdido”.
Y entonces…
¿Te acompaño? Y te cuento por donde sigue…