Pensamiento positivo y éxito
La psicología positiva nace en el año 1998. Martin Seligman, se planteó el objetivo de desarrollar y fomentar esta disciplina, entre los académicos y profesionales, durante su presidencia de la Asociación Americana de Psicología (APA, American Psychological Association). No es una disciplina que apareciese repentinamente, sino que sus ideas nucleares toman sus fundamentos en la psicología humanista, a partir de las ideas entre otros, de psicólogos tan relevantes como Abraham Maslow o Carl Rogers.
Cuando yo era estudiante de psicología en los años 80, el profesor Seligman, padre de la psicología positiva, había cobrado relevancia por sus estudios sobre la depresión clínica y lo que el denominaba “la indefensión aprendida”, que no es otra cosa que la percepción que una persona experimenta, como aquella ausencia de control posible, sobre cualquier situación vivida; esa convicción que se instala en el ser humano y que le lleva a comportarse pasivamente porque considera que no existe alternativa, ni control alguno ante aquello que le acontece.
Con el paso de los años y de sus investigaciones, dio un giro de 180º al foco de sus estudios que significaron un cambio de paradigma, cuando en lugar de seguir estudiando la enfermedad, se centró en la salud y en indagar sobre aquellos recursos que contribuirían a fortalecer el bienestar percibido de las personas. Investigaba sobre factores protectores y precursores de bienestar, cómo contribuir a gozar de un buen saldo en nuestra cuenta corriente de elementos que pudieran mantener a determinadas enfermedades bajo múltiples formatos como el estrés, la ansiedad, la depresión, alejados de la órbita del estigma de la fragilidad mental en las personas.
Esta disciplina es preventiva y a la vez científicamente contrastada, lo que le otorga un espacio de gran importancia relacionado con el bienestar, la felicidad y lo que se suele entender por estados de flujo, esos momentos en los que el tiempo pasa sin sentirlo, porque nos encontramos inmersos e implicados satisfactoriamente, en cualesquiera actividades que estemos realizando.
Me gusta enfatizar que la psicología positiva se centra en LA PREVENCIÓN. Los mayores progresos en prevención mental, han venido de perspectivas centradas en la construcción sistemática de competencias (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000). En este sentido, se ha demostrado que existen fortalezas humanas que actúan como amortiguadoras contra el trastorno mental y parece existir suficiente evidencia empírica para afirmar que determinadas características positivas y fortalezas humanas, como el optimismo, la esperanza, la perseverancia o el valor, entre otras, actúan como barreras contra dichos trastornos.
“Experimentar emociones positivas lleva a estados mentales y modos de comportamiento que de forma indirecta preparan al individuo para enfrentar con éxito dificultades y adversidades venideras (Fredrickson, 2001).
Este campo de actuación, merece de toda mi consideración, también porque no nos deberíamos olvidar que la psicología tradicional, ha tendido a resaltar y difundir con insistencia, que todos los acontecimientos traumáticos dejan heridas psicológicas en las personas. Centrarse en lo que nos impacta, ha tendido a relegar a un segundo plano, al estudio de fenómenos como la resiliencia y el crecimiento postraumático, basados en la capacidad del ser humano de resistir y rehacerse frente a los embates de la vida.
Enhebrar nuestras historias de forma apreciativa, confeccionar relatos que resalten lo que sí se da y no tanto las carencias, rodearnos de figuras que nos miran bien y creen en nuestro potencial, utilizar palabras poderosas, esas afirmaciones que otorgan valor, se ha comprobado que tienen un efecto protector y precursor de cambios que correlacionan con reanudar el desarrollo interrumpido, restaurar en definitiva el sentido de que merece la pena apropiarnos de nuestro presente, aceptarlo y hacer algo bueno con aquellos retos que nos toquen vivir.
No es que quiera defender esta disciplina como si de una pastilla milagrosa se tratase, todo lo contrario, lo interesante de potenciar ciertos recursos psicológicos universales y de descubrir nuestras auténticas fortalezas, tendrá como gratificación, que ante momentos de adversidad (situaciones de estrés, ansiedad, duelos, traumas…) se puede sentir confianza en considerarse competente, plenamente apto y capaz de sobrellevar cualesquiera de los retos que la vida te presente.
Por todo ello, en esta búsqueda de lo mejor del ser humano, de las cosas buenas que hacen que florezca su potencial, la psicología positiva no confía en sueños de color rosa, quimeras utópicas, creencias ciegas, actos de fe, ni auto-engaño, sino que adopta el método de la psicología científica, ampliando el campo tradicional de actuación y distanciándose de métodos de autoayuda, que a muchas personas les pueden asustar y hacerlas reacios o resistentes a confiar en sus metodologías y maneras de hacer.
Sus propuestas son como las vitaminas, si te faltan, sientes que hay un no sé qué, que no se yo, como explicarte y si las tienes, todo fluye.
¿Te apetece conocer y sobre todo experimentar sus beneficios?, si te animas…¡contacta conmigo y te lo mostraré!