ENTENDER Y MANEJAR LA ENVIDIA
Me gusta señalar, que la envidia es una emoción de alto voltaje. Se bien lo que digo porque forma parte de mi carácter, como rasgo que vertebra a determinados patrones de personalidad. Es una gran compañera de mi viaje particular y me ha permitido conocerme y conocer muchos de sus mecanismos.
¡Por eso señalo lo del alto voltaje, porque te mete en líos sublimes!
De ahí la expresión en tono un poco humorístico, creedme es mas que necesario, poder amar a esta parte tan necesitada de una misma, uno mismo. Sólo que, desde otros matices, desentelando lo que apela, necesita y señala.
La envidia está en nuestra naturaleza, y en muchas ocasiones es difícil de manejar. Cuando se activa, nos desregula el sistema nervioso.
¿Qué le sucede a nuestra red de cableados internos?: Al sentir envidia, segrego cortisol, la hormona del estrés. Mogollones de sustancias corrosivas viajan por mi torrente sanguíneo a una velocidad que guarda estrecha relación con la calidad y estilo de mi pensamiento:
De ahí que se diga que la envidia consiste en tener un pensamiento venenoso.
El pensamiento venenoso, es querer, anhelar lo que tiene o le pertenece al otro.
Esto funcionaría como un remolino que me lleva y arrastra con entidad propia, soy llevado por este torbellino que me sacude, fruto de lo que me impulsa internamente y que la razón no hace sino alimentar, activado por un dialogo interno que azuza e incita a una acción de la que posteriormente me arrepentiré con una intensidad lastimera.
En la biblia fue lo que desencadenó que Caín matara a Abel y por eso también se dice que es uno de los siete pecados capitales.
También se le denomina pasión, porque cuando se activa, es como si al apretar un botón, este consiguiera encender en la persona tomada por este profundo sentimiento, aspectos que parecen desbordarte por dentro.
Este rasgo es el principal elemento que, en la estructura de la personalidad, los Eneatipos 4 visten con elegancia y familiaridad.
Me explico:
Enciende un estilo de pensamiento enfocado en la carencia de que “me falta algo que tiene el que está enfrente”.
Su pareja de baile es la competición, porque hace que nos veamos a nosotros mismos inferiores y ese sentimiento es como un aroma que se va expandiendo y comenzamos a competir, a veces en secreto, internamente, otras veces con descaro.; Puede estar envuelta en admiración, anhelo, o por el contrario nos activa el resentimiento, la cólera o la frustración.
Cuando envidias te comparas, cuando te comparas, compites, cuando compites combates.
La armonía desaparece, puedes activar el odio el desprestigio, la rivalidad, y todo por vivirte en clave de carencia porque la cuestión principal radica en la traición que te perpetras a ti mismo, como consecuencia de la dificultad para ver, apreciar y validar el montón de cualidades, dones y talentos con los que fuiste dotado y por la razón que sea decidiste dejar de elogiar de ti.
El antídoto podría ser que desarrollaras una profunda bonita y serena autocompasión incondicional por acoger en ti a tu parte envidiosa.
Imagínate a ti mismo expandiéndote, dedicándote un abrazo nutritivo, cálido y amable hacia esa parte tuya sufriente que anhela lo que cree no tener.
Muéstrale tu incondicionalidad más sincera, porque existe dentro de ti un sentimiento instalado de profunda inferioridad, de profundo hambre por ser amado tal y cual es, la incondicionalidad se expande en oleadas de bienestar por todas nuestras células, nos regula.
Consiste en brindarnos la oportunidad de suavizar nuestro ritmo respiratorio, susurrándote la maravilla asombrosa de la creación que te habita.
Háblate, dialoga contigo, diciéndote en voz alta: “todo está bien en mi mundo”, repítetelo con un tono de voz, suave, amable, dibuja una ligera sonrisa hacia esa parte vulnerable de ti y mécela entre tus brazos imaginarios.
Solo por un minuto, solo por hoy, bríndate la excelente oportunidad de enfocar y redirigir tu mirada, tu apreciación a validar y valorar, las excelentes cualidades que te habitan y que a veces, solo a veces las ves afuera, y te olvidas de que están adentro.
Y sobre todo felicítate, por el excelente y fino trabajo que te estás auto aportando.
Si quieres, me lo cuentas… ¿hablamos?